Comisaría de
Policía Nacional. Murcia, España.
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¿Es usted Irene Castaño?
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Sí.
-
¿Qué relación
tiene con Alba Marín?
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Somos amigas
desde hace muchos años.
-
¿Se encontraba
usted de visita en su residencia de Londres cuando Alba Marín realizó la
audición para viajar a Arabia, no es así?
-
¿Se refiere usted
al día en que se lesionó?
-
Así es.
-
Sí, yo estaba en
Londres.
-
¿Podría contarme
la forma en que se realizaron las sesiones de rehabilitación, y en qué medida
ello facilitó el acercamiento entre Alba
y Enrique?
-
Por supuesto.
“Ni siquiera han pasado cinco
minutos cuando Enrique dobla la esquina. Se encontraba cerca, pero aún así se
apresuró para llegar lo antes posible. No le gusta hacer esperar y la llamada
de su tío le inquietó. Una sudadera GAP
gris oscura y unos vaqueros anchos le dan un aire más informal al que Alba está
acostumbrada, quien aún está en el coche para no tener que esperar en pie.
Salvador le ofrece su brazo para apoyarse. Sale del coche gracias a su ayuda.
Al apoyar la pierna herida en el asfalto, sale de las entrañas de la joven un
quejido que hace que el bello de los brazos de Ariela se manifieste. Al
instante, las pupilas de Alba deciden
bañarse en el pequeño mar de sus ojos marrones. Apoyada en el capó del coche
con una mano, trata de esconderse y con la manga de la chaqueta seca sus
lágrimas. Enrique fija sus ojos en ella. Ambos se miran, en silencio.
-
¿Qué ha pasado?- Pregunta Enrique mirando atento la
inmovilización de la pierna de Alba.
-
Gajes del oficio. – No vuelve a preguntar nada al
respecto, decide hacerlo en otro momento.- Ya te contaré. Ahora ayúdanos a
subir a casa, nosotras solas no podemos.
-
Está bien, ¿Te importa?- Pregunta Enrique a Alba
mientras la sujeta desde la espalda y se agacha para tomarla.
Alba niega que le importe con la
cabeza. Enrique la toma en peso y sube los dos pisos de lado para evitar
golpear las piernas de Alba contra la barandilla de la escalera. La cabeza de Alba
descansa sobre el hombro de Enrique, manchando, a causa de las lágrimas, la
sudadera de este con la máscara de pestañas que embellecía los ojos de la chica.
Abriendo paso sube Ariela, y en último lugar, lo hace Salvador, que carga el
macuto de Alba. Una vez arriba, Ariela abre la puerta y todos entran en casa.
Enrique la posa directamente
sobre la cama. Sale a despedir a su tío y se ofrece a acompañarlas un rato por
si necesitasen algo. Ariela acepta. Ambos entran de nuevo en la habitación para
comprobar el estado de Alba, y la encuentran, destrozada, cubriéndose con las
manos el rostro para ocultar su llanto. Al oír los pasos de estos, Alba deja su
cara al descubierto, los suspiros y sollozos no le dejan pronunciar una
palabra, pero en cuestión de segundos consigue calmarse. Ariela se sienta junto
a ella y la abraza. Enrique sigue en frente, mirándola fijamente. Está
asustado. Es consciente de que la preocupación que siente en este momento es
similar a la que se siente cuando alguien que te importa, alguien a quien amas,
está sufriendo. Y así es. La mira y la ve más bonita que nunca. A pesar de los
ojos bañados en lágrimas y del despeinado cabello le parece más bella de lo que
le había parecido jamás. En su mente bailan imágenes de otros momentos que ha
vivido con ella.
Alba comienza a golpear el
colchón de la cama entre lágrimas mientras maldice e insulta a quien tanto daño
le ha hecho.
Pero Enrique no puede dejar de
admirarla. Sus ojos, sus labios, el color de su piel. El suyo es un moreno
tostado al que el Sol le ha regalado unos destellos dorados preciosos, y su
carácter es bravo. Quizá sea eso lo que le hipnotiza, quizá sus enormes y vivos
ojos color miel, tal vez la lágrima que resbala en este preciso instante hacia
sus gruesos y rosados labios, que esta vez no esbozan sonrisa alguna. De una u otra forma, ante los ojos de Enrique
aparece claro el sentimiento de que, se ha enamorado.
La voz de Ariela le hace
reaccionar:
-Es increíble, no creía que podía
llegar a ser tan mala. ¡Podría haberte pasado algo mucho peor! Te podrías haber
caído y haberte golpeado la cabeza. Deberían expulsarla de la compañía para
siempre. – Alba sigue llorando.- En fin, te prepararé una tila, ¿de acuerdo?
Así dormirás mejor. – Alba asiente.
Ariela se dirige a la cocina y
Enrique la sigue. Se interesa por lo ocurrido, por lo que Ariela le cuenta
todo. La prueba, la elección de los jueces por Alba, y la traición de María
Isabella. El color de piel de la cara de Enrique palidece.
-
Ari, María Isabella es mi ex.
-
¿Qué? Pues chico, vaya ojo tienes. Menuda víbora.
-
No sabía que podía ser capaz de algo así. Ya le dije
que no tenía nada con Alba.
-
¿Perdona?- Ariela introduce dos bolsitas de tila en el
agua hirviendo. – Creí que lo había hecho por competitividad, por la prueba,
por la plaza en Arabia. ¿Qué sabe ella de Alba?
-
Nada, nos vio en la discoteca salir juntos. Nada más.
-
Ya veo que se trata más bien de una competición por ti.
-
Sí, aunque sólo sea por parte de María Isabella.
Ariela lo compadece, le sonríe
con dulzura pero no puede darle una explicación acerca del cambio de actitud de
Alba. Ni siquiera ella sabe la causa. Ambos guardan silencio.
-
¿Por qué os culpan de la desaparición de Paola?- Dice
Ariela rompiendo ese silencio y creando una sensación en Enrique similar a la
de una ducha de agua fría.
-
Os seguimos.- Contesta mientras pasa su mano por detrás
de la cabeza acariciando su corto cabello. - No nos fiábamos de que vinieseis
hasta aquí en taxi, y os seguimos. Como Paola iba sola y vosotras no, seguimos
en su dirección y vimos como llamaba al hostal. El taxista debió vernos. Pero
Joss tiene muchos contactos gracias a su familia y enseguida salimos del
calabozo.- De nuevo el silencio.- ¿Tú también crees que fuimos nosotros? –
Pregunta preocupado.
-
No, la verdad es que no lo creo. Pero, ¿quién lo sabe? En
realidad, no quiero creerlo.- Ariela hace una pausa.- ¿Y Angelica? – Enrique
frunce el ceño, extrañado.- ¿Por qué Joss le hizo el mismo regalo que a mí?
¿Cuándo se lo hizo?
-
Ah… eso. Hace unos meses. Joss intentó tener algo con
ella, pero Angelica nunca quiso. No es nada que deba preocuparte, hazme caso.
Enrique abandona la cocina y se
dirige hacia el cuarto de Alba, quien ya, más calmada, descansa mirando al
techo. Enrique ocupa el sitio libre junto a ella.
-
¿Estás bien?- Le pregunta mientras apoya delicadamente
su mano sobre la pierna de Alba.
-
Sí. Gracias. – Contesta rápidamente.
-
¡Ya estamos aquí! ¡Lo hemos pasado genial! – Dicen
Irene y Rocío mientras entran por el pasillo.- ¡Hemos visto mil…- Rocío no
puede seguir hablando cuando ve a Alba sobre la cama.
-
¿Qué te ha pasado?- Dice Irene mientras Rocío se
apresura a dar un abrazo a su amiga. Alba rompe a llorar de nuevo entre los
brazos de esta.
-
Bueno, ahora os contará todo. Soy Enrique, el
fisioterapeuta.
-
Ah…con que…- Rocío da una vuelta alrededor de Enrique
para examinarlo en profundidad. Su cara expresa menos preocupación que hace un
momento, se muestra en ella una mezcla entre curiosidad y picardía.
-
Bueno, ¿Qué ha pasado? – La interrumpe Irene
rápidamente.
-
Parece una subluxación. Aún es pronto para comenzar con
la rehabilitación. De momento, mantén la pierna en esta posición todo lo
posible.- Dice dirigiéndose a Alba.- Permanece en casa unos días y después
comenzaremos con la fisioterapia. Yo mismo vendré para que no tengas que
desplazarte a la academia. ¡Ah! Y mañana, traeré una silla de ruedas preparada
para que mantengas la pierna en posición de un ángulo de noventa grados. ¿De acuerdo?- Alba asiente, sin
pronunciar una palabra.- Bueno, no estés triste,- Enrique acaricia el pelo de
Alba y situándolo detrás de sus orejas.-
probablemente en unas tres semanas puedas estar entrenando otra vez.
Alba rehúye de las manos de
Enrique alejando su cabeza de estas. Enrique lo nota, y ello modifica su humor.
Irene cierra los ojos deseando desaparecer de la escena.
-
¿Se puede saber qué te pasa?
-
¿Aún no te has enterado? No me fío de ti. ¿Te enteras?
-
Está bien Alba. A partir de ahora vendré, te daré tu
tratamiento y me iré sin cruzar una palabra. Se acabó. ¿Es lo que quieres?
-
Es lo que quiero, y lo que espero.- esas duras palabras
hacen entristecer los ojos de Enrique, quien sin decir adiós, se marcha.
No hay pruebas que lo inculpen, sólo indicios,
suposiciones. Y de hecho, algo en el corazón de Alba le dice que nunca haría
nada malo. No obstante, prefiere mantenerse alerta.
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