sábado, 1 de septiembre de 2012

Capítulo 13. Segunda parte


Al llegar a casa, hacemos una pequeña fiesta de pijamas, también como lo hacíamos cuando éramos algo más jóvenes. Entre sábanas, pijamas y dulces, reímos y compartimos con Ariela algunas anécdotas que Irene, Rocío y yo hemos vivido a lo largo de nuestra amistad. Cansadas de la larga tarde de turismo londinense, una a una vamos cerrando los ojos y quedándonos dormidas. La última en hacerlo es Rocío, que me despierta cuando oye mi teléfono móvil sonar.
-          Alba, despierta, te están llamando.- Le hago caso y contesto al teléfono.
-          ¿Sí?
-          ¿Alba?
-          Sí, soy yo.
-          Soy Ignacio García, inspector de policía.
-          Sí, dígame.- Le contesto mientras con la mano golpeo a mis amigas hasta interrumpir sus sueños.
-          Disculpa por la hora, pero tenemos una información de última hora. ¿Podrías verte con nosotros mañana por la mañana?
-          Eh, sí, pero tendría que ser después de clase, a la una o así.
-          Está bien, sobre esa hora nos vemos en tu casa.
-          De acuerdo.
-          Gracias, adiós.

Rocío y yo, preocupadas, cruzamos una mirada seria tras la que no es necesario decir nada. Por eso me gusta tanto la amistad, porque un gesto es capaz de decirlo todo, porque una mirada esconde mil palabras. Entiendo a la perfección la preocupación que me muestran los ojos de mi amiga, pero sin mediar palabra, le respondo con un gesto tranquilizador y ambas volvemos a acostarnos, esta vez abrazadas. Tardamos apenas unos minutos en conciliar el sueño.

Ruidos producidos por el choque de los utensilios de la cocina me hacen dejar de dormir e inclinar mi cuerpo para ver qué ocurre. Irene y Rocío han madrugado y han preparado crepes para desayunar. Estiro todo los miembros de mi cuerpo mientras sonrío al percibir el aroma que desprende el desayuno.

-          Mmmm… Tenéis que venir más a menudo. – Les digo mientras me incorporo. Miro a Ariela, que aún duerme, y la muevo suavemente.- Ari, levanta, desayunamos y nos vamos a clase, que vamos un poco pegadas de tiempo.
-          Voy…- Dice ella mientras se da la vuelta. De repente, abre los ojos bruscamente.- ¿A qué huele?
-          A desayuno.- dice Rocío.- Levanta, ¡que lo hemos preparado para vosotras!
-          Qué maravilla.- Dice mientras se levanta del colchón y se sienta a la mesa.

Ariela y yo desayunamos rápidas y abandonamos la mesa para ir a vestirnos. Antes de salir de casa, enrollo uno de los crepes que han sobrado y lo muerdo.
-          Sobre mi cama os he dejado varios mapas. Os recomiendo que vayáis al centro. Ved el Parlamento, el ojo de Londres, y toda esa zona y esta tarde iremos a Piccadilly, Harrods y algo más. Llevad cuidado, ¡Os quiero!- Y sin dejarlas contestar cierro la puerta de casa.
-          Por cierto, quería decirte algo. – Ariela detiene el paso para comentarme esto que parece tan importante.
-          Dime.- Le pregunto intrigada.
-          Bueno, primero, que tus amigas me encantaron. Son geniales.
-          Sí, son auténticas. ¿Y qué más? Venga, que vamos a llegar tarde.- Le digo mientras hago gestos para que entienda que tengo prisa.
-          Ya.- Dice mientras comienza a caminar de nuevo, aunque lo hace lentamente. – Bueno, que… que no soy tonta.- Esta vez soy yo la que me detengo y la miro extrañada.- Vamos que sé que está ocurriendo algo con Enrique que no tiene nada que ver con lo que me contaste. – Esa reacción me extraña, no me la esperaba. Cuando voy a contestarle ella no me deja hablar.- No, tranquila. Sólo espero que algún día, cuando estés segura o cuando tengas la suficiente confianza en mí, me lo cuentes.- Ariela me mira con los ojos alegres y una sonrisa resplandeciente.
-          Gracias. – En este momento sólo puedo devolverle la sonrisa y acariciarle con dulzura la cara.-  Te lo contaré algún día.

Ambas miramos hacia adelante y continuamos caminando. Después de recorrer nuestra habitual ruta, llegamos a Notting Hill. Una bonita sorpresa espera a Ariela en la puerta del edificio donde damos nuestras clases de baile. Un chico de pelo rubio espera de espaldas frente a la puerta.
-          ¿Joss? ¡Hola!-  Ariela expresa una enorme felicidad al ver a Joss allí. Su sonrisa es espléndida y el color de sus ojos se torna brillante.
-          ¡Hola preciosa! He venido a verte.- Le dice Joss mientras la rodea con sus brazos.
-          ¿A mí? ¿Por qué?
-          Porque… - Joss la mira fijamente a los ojos.- No podía aguantar ni un minuto más sin verte. – Ariela ríe y se apoya en su hombro. Él introduce su mano en el bolsillo de la chaqueta gris de Armani que viste. - Bueno, también quería darte algo.

Cuando la mano de Joss se abre, en el centro de ella aparece una pequeña bolsita de tela color azul celeste. Ariela sonríe y coge la bolsita, pero Joss vuelve a cogerla y rodea a Ariela posicionándose tras ella. Mientras saca el misterioso contenido que esa pequeña bolsita esconde, Joss le habla a Ariela.
-          He pensado sobre muchas cosas que podía regalarte, pero ninguna me convencía. Entonces pensé en tu mayor amor, el ballet, y quise regalarte algo que puedas llevar siempre que bailes. – Los dedos de Joss extraen de la bolsa un lazo de raso negro.- Luego Enrique me dijo que el vestuario es muy estricto, y que tenía que ser algo que no se viese desde el público. Así que te regalo este lazo, para que cuando te recojas el pelo en el moño de ballet te acuerdes de mí. – Enrique ata el lazo al moño de Ariela. -Y así siempre estaré contigo sobre el escenario.

Ariela se gira y se lanza a los brazos de Joss, que le corresponde con un abrazo. Ella besa su cara por todos lados, y yo no hago más que reír. La alegría de Ariela es tanta que es capaz de contagiármela.
-          ¡Gracias, gracias, gracias!- Dice mientras sigue besándolo y dando pequeños saltitos de alegría.- ¡Me encanta!
-          La verdad es que sí.- Intervengo mientras doy una palmada en el hombro de Joss.- Te lo has currado tío, muy bien, pero ahora tenemos que irnos.
-          Está bien. Luego te llamo.- Dice él mientras se despiden con un beso en los labios.
-          Adiós.- Contesta ella.

Durante mi recorrido por las modernas instalaciones del edificio, voy con la mirada fija en el suelo. Apenas levanto la vista para evitar tropezar con los escalones. No quiero ver a Enrique, no quiero crear una situación incómoda. Por suerte, llego al vestuario sin verlo. ¿Dónde estará? En fin, no es asunto mío. Durante el camino hacia la clase tampoco le veo, aunque en realidad, esta vez hasta lo he buscado. ¿Pero por qué? He de ser fuerte, evitarlo.

Al llegar a clase muchos de mis compañeros ya se encuentran en las barras, preparados para comenzar la clase. Hoy comenzamos el día con Laura, una profesora estupenda. La primera clase se basa en calentamientos y ejercicios para fortalecer la musculatura, explotar aún más nuestra elasticidad y corregir algunos movimientos. La clase pasa lenta, como siempre a primera hora. El resto de la mañana transcurre rápida. Hemos comenzado a crear algunas coreografías para las próximas audiciones. Constantemente nos advierten de que puede venir un ojeador en cualquier momento, y que ello podría ser una experiencia única, por lo que hay que hacer cada movimiento con una total perfección. Estoy trabajando como nunca, sé que merece la pena.

Ariela camina tocando su lazo negro en todo momento. Carga el macuto en una mano para con la otra acariciar las puntas del lazo que caen libres de su cabello y se mueven a merced del viento. Ya en la calle, de repente parece despertar bruscamente de un sueño y se detiene en seco.
-          Olvidé las llaves en casa.
-          ¿Qué? – Contesto asustada.- Pues yo no sé si llevo las mías. Espera.- Le indico al tiempo que dejo mi macuto sobre la acera y abro todos los bolsillos buscando las llaves.- Sí, las tengo aquí, menos mal.

Cuando voy a cerrar el último bolsillo que he abierto, advierto un pequeño papel dentro. Lo alcanzo con mis dedos e intuyendo quién lo ha puesto ahí, lo abro para leerlo.
“Si estás tratando de alejarme de ti, te aconsejo que cambies de estrategia. Me lo estás poniendo muy difícil… y me encantan los retos”.

Mi cara se torna seria, enfadada.
-          ¿Qué pasa? ¿Qué es eso?- Pregunta Ari intrigada.
-          Una nota de Enrique.- Le contesto mientras se la ofrezco para leerla.
-          Qué mono.- Contesta.- Parece interesado de verdad.
-          Bueno, verdad o no, me da igual. Vamos a casa, estoy histérica pensando en qué habrán descubierto de Paola.  
-          ¡Es verdad! Lo había olvidado. Vamos rápido.

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