Bulgaria. Agencia de
Modelos Zvezda[1].
Ya está todo listo. El director de la agencia ha prometido
a cuatro chicas un futuro exitoso sobre pasarelas de todo el mundo. Todas ellas
vienen de un entorno sociocultural pobre, y su economía, de igual forma, es
baja. Dos de ellas trabajan como camareras para colaborar en casa y así poder
pagar sus estudios de modelo; las otras dos hacen lo mismo, pero una es
ayudante de peluquería y la otra cuida los niños de una señora de la ciudad.
Pertenecen a familias necesitadas y viajarán muy lejos para conseguir dinero y
poder mantener a sus familiares. Todas ellas sueñan desde hace tiempo con ser
modelos, y ahora se encuentran algo más cerca de dicho sueño.
Las cuatro chicas llegan al aeropuerto en taxi desde la
agencia. Suben con su equipaje de mano al avión y esperan un vuelo de horas
hasta llegar a Ámsterdam. Allí, encuentran a un señor con el nombre de la
agencia. Suben de nuevo a un coche que las llevará a su destino. Las cuatro
están nerviosas y emocionadas. Por fin viajan fuera del país. Conocerán otra
cultura, otro país que les brindará nuevas oportunidades, otro lenguaje, y
sobre todo, otra vida. Van pensando sobre ello durante todo el trayecto. En
ocasiones se miran las unas a las otras, sonrientes, y se dan la mano en señal
de apoyo. El conductor se limita a mirarlas en alguna ocasión a través del espejo
retrovisor.
Llegan a un hostal. El chófer aparca en la puerta, baja sus
maletas del coche y se marcha. Ellas se miran sin entender muy bien qué sucede.
Llaman a la puerta. Una señora de unos cincuenta años las recibe en una bata de
seda. Las hace pasar y les asigna a cada una de ellas una habitación. Las
habitaciones son sencillas. Sólo quedan decoradas por una cama, un pequeño
mueble para guardar la ropa y un espejo. Cada una de ellas cuenta con un cuarto
de baño. No está demasiado limpio, pero tiene lo necesario: un lavabo, un
retrete y un pie de ducha. El lugar no es moderno, y no parece bien cuidado,
pero realmente no se diferencia mucho de sus hogares.
No preguntan nada por miedo a estropear el momento. Además, no tienen conocimientos sobre el idioma holandés. Prefieren esperar a mañana. Ya es tarde, así que se acuestan en sus respectivas camas para descansar y amanecer más bellas que nunca.
No preguntan nada por miedo a estropear el momento. Además, no tienen conocimientos sobre el idioma holandés. Prefieren esperar a mañana. Ya es tarde, así que se acuestan en sus respectivas camas para descansar y amanecer más bellas que nunca.
A la mañana siguiente, la misma señora entra en cada
habitación. Les lleva un zumo de naranja con un trozo de pan tostado y les deja
junto a la cama un conjunto de lencería femenina.
-
¡Caray! ¿Vamos a comenzar con un desfile de ropa
interior? ¡Empezamos fuerte!- La señora no le responde. Agita el conjunto
frente a ella indicándole que se vista y después hace un gesto con la cabeza
para indicarle que salga de la habitación. Mariya obecede.
Cuando baja a la primera planta, observa a más chicas
vestidas como ella. Son once. Mariya observa a sus compañeras de viaje y al
resto de las chicas. Las diferencias son obvias. Las recién llegadas son
saludables y bonitas. Las que no conoce están demacradas. A pesar del
maquillaje y el pelo cuidados, no pueden esconder unas profundas ojeras y unos
ojos brillantes de cansancio. Además, presentan una delgadez casi extrema.
“Son demasiado delgadas”, piensa Mariya, mientras sonríe y
se enorgullece de no tener demasiada competencia entre las que considera
modelos.
La señora de la casa, Astrid, les corrige la postura y les
termina de arreglar la ropa para que quede aún más insinuante y sensual. A los
pocos segundos, suena el timbre. Sólo
son las diez de la mañana, pero ya han llegado dos clientes. Los hombres pasean
por delante de las chicas examinándolas de arriba abajo. Las nuevas se esfuerzan
en mayor medida que el resto por mostrar sus cualidades físicas. Quizás las
seleccionen para un desfile importante, o para un anuncio publicitario, o quién
sabe para qué campaña internacional. Podría ser una buena oportunidad. Es lo
que les prometieron. Uno de ellos elige a su señorita de siempre. Esta se da la
vuelta y entra a una habitación. Él la sigue. El otro se decanta por Kamelia,
una de las búlgaras. Para indicarlo, sólo hace una señal con la cabeza hacia
ella. Kamelia es pelirroja. Sus ojos son azules y su piel muy clara, marcada
por algunas pecas bajo sus ojos. Tiene diecisiete años aunque físicamente
parezca más mujer. Al conocer la elección del señor, sus compañeras se alegran
por ella. El resto de veteranas, se alegran más por ellas mismas, y se
compadecen de Kamelia.
Astrid empuja suavemente a la chica hacia una habitación
cercana. Esta es más lujosa. La cama se encuentra vestida por sábanas negras de
raso y sobre el techo hay un gran espejo. A Kamelia le recorre la espalda una
gota de sudor frío. Sabe que esto no tiene muy buena pinta.
-
¿Qué pasa? ¿Qué tengo que hacer?- Nadie le responde.
Sólo algunas la entienden.- ¿Qué pasa?- Esta vez eleva el tono de voz. Se está
poniendo algo nerviosa.
-
Ten paciencia, es su primer día.- Dice Astrid al
cliente.
-
No hay problema, la he escogido por eso. – Contesta él.
-
¿Qué están diciendo? – Continúa gritando ella. Él le
pega el último empujón y la introduce a la habitación. Por dentro, cierra con
pestillo.
-
Oiga, ¿Qué pasa aquí?- Mariya se dirige a Astrid, pero
esta no responde- ¡Que qué coño pasa!- En esta ocasión se dirige al resto de
chicas, que cada una marcha a su habitación. - ¿No vais a contestarme? Genial.
Yo me largo de aquí.- Cuando Mariya se dispone a subir las escaleras, oye los
gritos y llantos de Kameila. Sólo puede entender “no, por favor” entre tantos
sollozos.
Mariya baja de un salto los pocos escalones que ha subido y
comienza a golpear la puerta de la habitación donde se encuentra Kamelia.
-
¡Déjala salir, cabrón!- Grita mientras golpea con
fuerza sus puños contra la puerta. – Mira a las otras dos búlgaras- ¡no os
quedéis ahí paradas! ¡Hay que abrir la puerta!- Pero estas no contestan. La
situación las ha superado. Están completamente paralizadas.- ¡Kamelia!
¡Kamelia! ¿Qué te está haciendo? ¡déjala, es una cría!- Otra de las chicas, una
francesa, intenta detener a Mariya, pero esta, que la supera en fuerza y
tamaño, sólo con un brazo la empuja y la hace caer al suelo. Cuando Mariya
entiende que no puede abrir la puerta, sale a la calle. Allí se encuentra de
frente con el director de la agencia.
-
Gracias a Dios… Ha habido un error. ¡Aquí sólo hay
prostitutas! Sáquenos de aquí, están abusando de Kamelia. Esto es horrible ¿Qué
ha pasado?- Grita Mariya desesperadamente.
-
Pasa Mariya, hablemos, tranquila. – Mariya y el
director entran de nuevo a la casa.
-
No puedo estar tranquila, escuche los gritos, es
horrible. ¿Qué le están haciendo? Rápido tiene que ayudarla.- Mariya trata de
empujarlo para hacerle andar.
-
Es muy sencillo, Mariya.- Le dice severamente.- Yo os
prometí un futuro, pero eso cuesta mucho dinero, dinero que yo he invertido.
Así que debéis devolverme ese dinero, y por supuesto con intereses.
-
Sí, yo se lo devolveré, pero eso no tiene nada que ver
con esto. ¿Verdad?- Mariya no da crédito a lo que está oyendo. Su barbilla
comienza a temblar y siente una sensación muy desagradable en su interior.
-
Tiene mucho que ver. Quiero recuperar ese dinero
rápido, y como modelos no vais a poder conseguirlo tan fácilmente.
-
¿Qué?- La cara de Mariya se descompone.- ¡usted está
loco! ¡nos ha traído aquí engañadas! ¡Hijo de puta!- Mariya le golpea en la
cara y sale corriendo. En la puerta la sujetan dos de los sicarios de la
organización, que la devuelven dentro.
-
Escúchame Mariya, te lo he intentado explicar por las
buenas, pero veo que no lo entiendes. Tienes dos opciones, o haces lo que yo
digo, y nadie sufre, o deberá pagármelo tu hermana. ¿Tiene siete años, no? Hay
muchos clientes a los que les interesará…
-
¡Deja a mi hermana en paz! ¡Si la tocas te mataré!-
Grita mientras trata, sin éxito, de soltarse de los hombres que la sujetan.
Estos ríen divertidos.
-
Entonces ya sabes lo que tienes que hacer. Pasa, y
cuéntale esto a tus amigas, no quiero más numeritos. El bienestar de vuestras
familias depende de vosotras. Y quiero que los clientes queden satisfechos. Por
cada uno que no pague le cortaré un dedo a tu padre. – Mariya se siente morir.
La introducen de nuevo en el hostal y se queda parada, tratando de analizar
esta información tan dolorosa.
-
¡Estás loco! Mi familia me buscará…
-
No. Tu familia… digamos que sabe que estás en una
escuela muy estricta en la que no os permiten demasiada comunicación con los
familiares. Por cierto - Mariya se gira para mirar al hombre en quien había
confiado.- No intentes escaparte, llamar a la policía, o cualquier otra estupidez.
No hace falta que te diga qué pasará entonces.
Eyy!! ya he vuelto de las vacaciones!! ahora me pongo al dia!! jajajaja me tienes enganchadaa!!! Pasate por mi blog! Un beso!!
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