lunes, 3 de septiembre de 2012

Capítulo 14.


Bulgaria. Agencia de Modelos Zvezda[1].


[1] Estrella en búlgaro.


Ya está todo listo. El director de la agencia ha prometido a cuatro chicas un futuro exitoso sobre pasarelas de todo el mundo. Todas ellas vienen de un entorno sociocultural pobre, y su economía, de igual forma, es baja. Dos de ellas trabajan como camareras para colaborar en casa y así poder pagar sus estudios de modelo; las otras dos hacen lo mismo, pero una es ayudante de peluquería y la otra cuida los niños de una señora de la ciudad. Pertenecen a familias necesitadas y viajarán muy lejos para conseguir dinero y poder mantener a sus familiares. Todas ellas sueñan desde hace tiempo con ser modelos, y ahora se encuentran algo más cerca de dicho sueño.
Las cuatro chicas llegan al aeropuerto en taxi desde la agencia. Suben con su equipaje de mano al avión y esperan un vuelo de horas hasta llegar a Ámsterdam. Allí, encuentran a un señor con el nombre de la agencia. Suben de nuevo a un coche que las llevará a su destino. Las cuatro están nerviosas y emocionadas. Por fin viajan fuera del país. Conocerán otra cultura, otro país que les brindará nuevas oportunidades, otro lenguaje, y sobre todo, otra vida. Van pensando sobre ello durante todo el trayecto. En ocasiones se miran las unas a las otras, sonrientes, y se dan la mano en señal de apoyo. El conductor se limita a mirarlas en alguna ocasión a través del espejo retrovisor.
Llegan a un hostal. El chófer aparca en la puerta, baja sus maletas del coche y se marcha. Ellas se miran sin entender muy bien qué sucede. Llaman a la puerta. Una señora de unos cincuenta años las recibe en una bata de seda. Las hace pasar y les asigna a cada una de ellas una habitación. Las habitaciones son sencillas. Sólo quedan decoradas por una cama, un pequeño mueble para guardar la ropa y un espejo. Cada una de ellas cuenta con un cuarto de baño. No está demasiado limpio, pero tiene lo necesario: un lavabo, un retrete y un pie de ducha. El lugar no es moderno, y no parece bien cuidado, pero realmente no se diferencia mucho de sus hogares.
No preguntan nada por miedo a estropear el momento. Además, no tienen conocimientos sobre el idioma holandés. Prefieren esperar a mañana. Ya es tarde, así que se acuestan en sus respectivas camas para descansar y amanecer más bellas que nunca.
A la mañana siguiente, la misma señora entra en cada habitación. Les lleva un zumo de naranja con un trozo de pan tostado y les deja junto a la cama un conjunto de lencería femenina.
-          ¡Caray! ¿Vamos a comenzar con un desfile de ropa interior? ¡Empezamos fuerte!- La señora no le responde. Agita el conjunto frente a ella indicándole que se vista y después hace un gesto con la cabeza para indicarle que salga de la habitación. Mariya obecede.
Cuando baja a la primera planta, observa a más chicas vestidas como ella. Son once. Mariya observa a sus compañeras de viaje y al resto de las chicas. Las diferencias son obvias. Las recién llegadas son saludables y bonitas. Las que no conoce están demacradas. A pesar del maquillaje y el pelo cuidados, no pueden esconder unas profundas ojeras y unos ojos brillantes de cansancio. Además, presentan una delgadez casi extrema.
“Son demasiado delgadas”, piensa Mariya, mientras sonríe y se enorgullece de no tener demasiada competencia entre las que considera modelos.
La señora de la casa, Astrid, les corrige la postura y les termina de arreglar la ropa para que quede aún más insinuante y sensual. A los pocos segundos, suena el  timbre. Sólo son las diez de la mañana, pero ya han llegado dos clientes. Los hombres pasean por delante de las chicas examinándolas de arriba abajo. Las nuevas se esfuerzan en mayor medida que el resto por mostrar sus cualidades físicas. Quizás las seleccionen para un desfile importante, o para un anuncio publicitario, o quién sabe para qué campaña internacional. Podría ser una buena oportunidad. Es lo que les prometieron. Uno de ellos elige a su señorita de siempre. Esta se da la vuelta y entra a una habitación. Él la sigue. El otro se decanta por Kamelia, una de las búlgaras. Para indicarlo, sólo hace una señal con la cabeza hacia ella. Kamelia es pelirroja. Sus ojos son azules y su piel muy clara, marcada por algunas pecas bajo sus ojos. Tiene diecisiete años aunque físicamente parezca más mujer. Al conocer la elección del señor, sus compañeras se alegran por ella. El resto de veteranas, se alegran más por ellas mismas, y se compadecen de Kamelia.
Astrid empuja suavemente a la chica hacia una habitación cercana. Esta es más lujosa. La cama se encuentra vestida por sábanas negras de raso y sobre el techo hay un gran espejo. A Kamelia le recorre la espalda una gota de sudor frío. Sabe que esto no tiene muy buena pinta.
-          ¿Qué pasa? ¿Qué tengo que hacer?- Nadie le responde. Sólo algunas la entienden.- ¿Qué pasa?- Esta vez eleva el tono de voz. Se está poniendo algo nerviosa.
-          Ten paciencia, es su primer día.- Dice Astrid al cliente.
-          No hay problema, la he escogido por eso. – Contesta él.
-          ¿Qué están diciendo? – Continúa gritando ella. Él le pega el último empujón y la introduce a la habitación. Por dentro, cierra con pestillo.
-          Oiga, ¿Qué pasa aquí?- Mariya se dirige a Astrid, pero esta no responde- ¡Que qué coño pasa!- En esta ocasión se dirige al resto de chicas, que cada una marcha a su habitación. - ¿No vais a contestarme? Genial. Yo me largo de aquí.- Cuando Mariya se dispone a subir las escaleras, oye los gritos y llantos de Kameila. Sólo puede entender “no, por favor” entre tantos sollozos. 
Mariya baja de un salto los pocos escalones que ha subido y comienza a golpear la puerta de la habitación donde se encuentra Kamelia.
-          ¡Déjala salir, cabrón!- Grita mientras golpea con fuerza sus puños contra la puerta. – Mira a las otras dos búlgaras- ¡no os quedéis ahí paradas! ¡Hay que abrir la puerta!- Pero estas no contestan. La situación las ha superado. Están completamente paralizadas.- ¡Kamelia! ¡Kamelia! ¿Qué te está haciendo? ¡déjala, es una cría!- Otra de las chicas, una francesa, intenta detener a Mariya, pero esta, que la supera en fuerza y tamaño, sólo con un brazo la empuja y la hace caer al suelo. Cuando Mariya entiende que no puede abrir la puerta, sale a la calle. Allí se encuentra de frente con el director de la agencia.
-          Gracias a Dios… Ha habido un error. ¡Aquí sólo hay prostitutas! Sáquenos de aquí, están abusando de Kamelia. Esto es horrible ¿Qué ha pasado?- Grita Mariya desesperadamente.
-          Pasa Mariya, hablemos, tranquila. – Mariya y el director entran de nuevo a la casa.
-          No puedo estar tranquila, escuche los gritos, es horrible. ¿Qué le están haciendo? Rápido tiene que ayudarla.- Mariya trata de empujarlo para hacerle andar.
-          Es muy sencillo, Mariya.- Le dice severamente.- Yo os prometí un futuro, pero eso cuesta mucho dinero, dinero que yo he invertido. Así que debéis devolverme ese dinero, y por supuesto con intereses.
-          Sí, yo se lo devolveré, pero eso no tiene nada que ver con esto. ¿Verdad?- Mariya no da crédito a lo que está oyendo. Su barbilla comienza a temblar y siente una sensación muy desagradable en su interior.
-          Tiene mucho que ver. Quiero recuperar ese dinero rápido, y como modelos no vais a poder conseguirlo tan fácilmente.
-          ¿Qué?- La cara de Mariya se descompone.- ¡usted está loco! ¡nos ha traído aquí engañadas! ¡Hijo de puta!- Mariya le golpea en la cara y sale corriendo. En la puerta la sujetan dos de los sicarios de la organización, que la devuelven dentro.
-          Escúchame Mariya, te lo he intentado explicar por las buenas, pero veo que no lo entiendes. Tienes dos opciones, o haces lo que yo digo, y nadie sufre, o deberá pagármelo tu hermana. ¿Tiene siete años, no? Hay muchos clientes a los que les interesará…
-          ¡Deja a mi hermana en paz! ¡Si la tocas te mataré!- Grita mientras trata, sin éxito, de soltarse de los hombres que la sujetan. Estos ríen divertidos.
-          Entonces ya sabes lo que tienes que hacer. Pasa, y cuéntale esto a tus amigas, no quiero más numeritos. El bienestar de vuestras familias depende de vosotras. Y quiero que los clientes queden satisfechos. Por cada uno que no pague le cortaré un dedo a tu padre. – Mariya se siente morir. La introducen de nuevo en el hostal y se queda parada, tratando de analizar esta información tan dolorosa.
-          ¡Estás loco! Mi familia me buscará…
-          No. Tu familia… digamos que sabe que estás en una escuela muy estricta en la que no os permiten demasiada comunicación con los familiares. Por cierto - Mariya se gira para mirar al hombre en quien había confiado.- No intentes escaparte, llamar a la policía, o cualquier otra estupidez. No hace falta que te diga qué pasará entonces.

1 comentario:

  1. Eyy!! ya he vuelto de las vacaciones!! ahora me pongo al dia!! jajajaja me tienes enganchadaa!!! Pasate por mi blog! Un beso!!
    www.vamonosdetiendas.blogspot.com

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