Cuelgo mi macuto sobre mi hombro dispuesta a comenzar el
camino de vuelta a casa. Cuando llegamos, Irene y Rocío están sentadas en el
sofá viendo todo lo que han comprado.
-
¿Qué es todo eso?- Pregunto.
-
Hemos comprado llaveros e imanes para el frigo. Así ya
tenemos regalos para la familia. – Contesta Irene.
-
¿Y lo demás?
-
Hemos comprado pasta, nata para cocinar, champiñones,
huevo y beicon.- Irene hace una pausa y sonríe. Entonces de un salto me abrazo
a ella y comienzo a besarla por toda la cara.
-
¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!- Repito constantemente.
-
¿Qué pasa?- Pregunta Ariela interesada a Rocío, que no
deja de reír.
-
Irene sabe que es su plato preferido y va a cocinar
espagueti a la carbonara. ¡Nadie los hace como ella!
Interrumpe mi arrebato de cariño el sonido del timbre.
Todas guardamos silencio y nos calmamos. La tensión que la situación provoca
nos hace ponernos algo más serias. Contesto al telefonillo y les invito a
subir. Matías e Ignacio entran en la casa con un gesto simpático. No parece que
haya ocurrido nada grave.
-
Siéntense por favor.
-
Sí, gracias- Responden ambos mientras toman asiento en
el mismo sofá que la última vez. De nuevo, nosotras nos sentamos juntas en el
otro.
-
Bien – Comienza hablando Ignacio.- Ya que comentasteis
que vinisteis hasta casa en taxi, conseguimos descubrir el número de taxi y
hablamos con el taxista, que nos dio una información interesante que queremos
contrastar.
-
¿De qué se trata?- Pregunta Ariela.
-
En primer lugar, a ver…- El inspector extrae de una
carpeta negra que lleva consigo una foto de un hombre.- ¿Es este el taxista que
os trajo a casa?
-
Sí, es él. – Contesta Ariela. Después, los ojos de
Ignacio se clavan en mí, y también los de Matías.
-
Sí, sí. – Contesto con rapidez.
-
Bien. Y, ¿notaron que algún coche os seguía de camino a
casa, o sucedió algo después con dos chicos que iban en un coche?
-
No, ¿por qué?- Contesto.
-
Verás, el taxista dijo que mientras os traía a casa, un
coche le siguió durante todo el camino, y que incluso trató de cambiar el
recorrido en varias ocasiones pero que dicho coche no dejaba de perseguirle. –
Ignacio se detiene y nos mira. Nosotras también nos miramos intrigadas, y a la
vez preocupadas.- Después, os dejó a las tres en el mismo sitio, ¿Correcto?
-
Sí.- Respondo.
-
Y dice que ese coche estacionó unos metros atrás, y que
tras unos segundos, continuó en la dirección hacia donde se iba Paola. El
taxista esperó otros tantos segundos y dio una vuelta a la manzana para
encontrarse con ellos de frente, pero ya no los vio, y tampoco a Paola. – Al
oír la información, el vello de mi cuerpo se eriza. Es escalofriante pensar que
alguien pudiera hacerle daño. – Desgraciadamente, no tenemos la matrícula del
coche, aunque sí la marca y el color. Estamos hablando de un mini marrón oscuro
con dos líneas algo más claras.
Ariela abre los ojos como platos y se lleva las manos a la
boca. Mi reacción es más fría, sólo cierro los ojos con fuerza y trago saliva,
aunque estoy segura de que lo que acabamos de oír me ha dolido más a mí. Mucho
más. Irene y Rocío no logran entender qué nos ocurre, pero por mi reacción lo
han logrado intuir. Se han mirado con brusquedad, e incluso Rocío se ha llevado
una mano a la cabeza. Ignacio y Matías han notado que sabemos algo sobre ese
coche.
-
¿Y bien? – Pregunta Matías ansioso.
-
Bueno, conocemos a alguien que tiene un coche así, y
personalmente no creo que haya otro igual. – Ignacio extrae esta vez de la
carpeta un folio en blanco. Seguidamente, toma la pluma que viaja en el
bolsillo de su camisa y que siempre le acompaña. – Se llama Enrique, y supongo
que el otro chico sería Joss, su amigo. Los conocimos nosotras dos ese mismo
día en la discoteca. Al salir, se ofrecieron a llevarnos a casa pero nos
negamos.
-
Está bien, ¿Sabés algo más de ellos? Apellidos,
dirección…
-
Bueno, Enrique trabaja en la compañía de ballet. Es
nuestro fisioterapeuta. Podrán encontrarlo allí.
-
De todas formas, no creo que ellos hayan sido capaces
de hacerle algo a Paola. Son buenos chicos. – Interviene Ariela.
-
Bueno, eso tienen que demostrarlo ellos.
-
¿Son sospechosos, inspector?
-
De momento sí.
Y mientras ellos se van, allí nos quedamos, Irene y Rocío
prácticamente mudas, Ariela angustiada por si Joss se ve involucrado en algo de
lo que sabe que no es culpable, y yo, conteniendo mi rabia para no golpear a nadie, siendo consciente de
que esta información que acabamos de recibir no es más que una confirmación de
la realidad en la que se apoyaban mis temores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡¡Me encantaría saber tu opinión!! Deja tu comentario...