lunes, 8 de octubre de 2012

Capítulo 16. Segunda Parte.


Unos ejercicios de barra para demostrar la técnica, así como otros tantos en el centro del escenario nos permiten romper el hielo. Después, diagonales, giros, vueltas y saltos. Para cuando hemos terminado dichos ejercicios, ya han excluido del grupo a cuatro de las chicas, ninguna de ellas de las que conocíamos. A continuación, las ocho restantes, en grupos de cuatro, improvisamos una coreografía mientras suena el clásico “Cascanueces”. Deciden eliminar a otras cinco, entre las que, desgraciadamente, se encuentran Marina y Ariela. Finalmente, Angelica, María Isabella y yo bailamos al unísono la coreografía que Laura ha estado enseñándonos durante la semana. Intento averiguar la expresión de los jueces cuando hacemos algún sólo, pero son demasiado inexpresivos durante el turno de las primas italianas. Finalmente, noto como sus ojos se abren durante mi actuación. Cuando finalizo, Laura tiene que contenerse el impulso de aplaudir, a lo que le respondo con una gran sonrisa.

-          La chica del número once, dé un paso adelante, por favor.- Dice uno de los ojeadores, a quien hago caso situándome un metro más adelante que Angelica y María Isabella.- Indudablemente, su actuación ha sido la mejor, pero mejor que nos lo confirme usted misma. Sitúese en la diagonal derecha y venga hacia nosotros alternando giro con salto.
-          Sí, señor. – Contesto.

Mis dos rivales tienen que hacerse a un lado para que pueda demostrar mi talento. Angelica me felicita levantando el pulgar hacia arriba. Su prima esta vez es a mí a quien trata de enfocar cerrando los ojos de ese modo. En todo caso, comienzo a hacer lo que me han pedido. Mis pies apenas rozan el suelo, mis brazos se abren y cierran formando un arco perfecto que deja lucir su musculación y formación después de tantos años de trabajo. Ya llevo dos giros y un salto. Vuelvo a saltar para aterrizar y enlazar el movimiento con el siguiente giro. Cuando doy la espalda a la sala de butacas puedo ver cómo María Isabella da un paso adelante. Me da tiempo incluso a pensar qué puede estar haciendo, aunque mis pensamientos no van lo suficientemente rápidos como para averiguar que puede llegar a ser tan malvada. En lo alto del siguiente salto unas manos se apoyan en mi pierna izquierda, que ha quedado atrás, y la empujan haciéndome girar en el aire y caer al suelo sobre mi pierna derecha, con demasiada fuerza, rapidez y peso como para poder evitar una lesión. Caigo al suelo de inmediato y nada puede callar el grito desgarrador que el dolor me produce. Ojeadores, profesores y director saltan de sus asientos para venir a socorrerme. María Isabella aún no ha parpadeado y tampoco ha retrocedido. Parece una estatua.

-          ¿Pero qué haces? – Oigo tras de mí entre el murmullo de las voces de todos aquellos que me observan. Ariela le grita a María Isabella y la empuja con fuerza de los hombros una y otra vez.- ¿Estás loca? ¡Eres una niñata egoísta! ¡Esta la vas a pagar!- Marina y Angelica van enseguida a detenerla.

Respecto a mí, no tiene muy buena pinta. La rodilla cada vez se inflama más y a penas puedo levantarme o siquiera moverme. Unas lágrimas enormes se apresuran a las mejillas, bajan veloces a la barbilla y se lanzan al vacío. No tanto por el dolor, si no por la conciencia de que he perdido la mayor oportunidad de mi vida. He tenido frente a mí mi mayor sueño y cuando lo he conseguido tocar, ha huido veloz, sin darme tiempo a alcanzarlo. El médico llega unos segundos después de haber sido llamado.

-          Es una subluxación de rótula. Por la fuerza de la caída, es posible que hayas dañado menisco y ligamento, así que te haremos unas pruebas y estarás al menos un mes de baja. Comenzarás las sesiones de fisioterapia en unos días, y no serán menos de tres horas al día. Por supuesto, no puedes marcharte a Arabia.

Genial. No sólo tengo que perder mi gran oportunidad, sino que tendré que ver a Enrique todos los días. Mientras maldigo a mi traidora compañera internamente, alguien lo hace sin tapujos.
-          Eres la vergüenza de esta escuela. Estás aquí por la amistad que me une a tus padres.- Don Salvador grita demasiado fuerte incluso para la gravedad de la situación.- Pero no me dejas más opción que expulsarte, al menos de momento.
-          ¡Pero yo he sido finalista de la prueba! ¡Yo debería ir a Arabia!
-          Señorita, usted no va a ir a ninguna parte. – Interviene uno de los ojeadores.- El ballet es un arte y usted no forma parte de él. Lo que ha hecho hoy es algo mezquino y ruin y no permitiremos que manche el nombre de nuestro número. Si la academia está conforme, la otra finalista vendrá con nosotros.

Don Salvador asiente con la cabeza y busca la mirada de Angelica para encontrar su aprobación. Esta, que ni siquiera repara en su prima, sonríe y da saltos de alegría al oír la noticia.
Me ayudan a incorporarme y me inmovilizan la pierna. Allí mismo me inyectan algo para el dolor. Don Salvador acerca su coche hasta la puerta para llevarme a casa, a pesar de mi insistencia en mentirle diciendo que puedo marchar andando. Después de indicarle que Ariela tiene que venir con nosotros, arranca su Mercedes GLK y se dispone a llevarnos a casa.
-          Camden Town, ¿no es así?- Pregunta girando su rostro hacia Ariela, que viaja de copiloto.
-          Sí, ¿Cómo lo sabe?- Responde Ariela sorprendida.
-          Bueno,- ríe- digamos que soy vuestro casero.
-          ¿Cómo? ¿Annie es su esposa?
-          Así es. ¿Te resulta extraño?
-          No… bueno, un poco.- Dice Ariela también riendo.

Apenas tengo fuerza para hablar, el calmante me está dando sueño y estoy demasiado triste y enfadada pensando en lo ocurrido. Se hace el silencio en el coche. Casi me quedo dormida, pero la voz de nuestro director me hace volver a la vigilia.
-          ¿Dónde estás?- Parece que está hablando por teléfono con alguien.- ¿Puedes acercarte a la casa de Camden?- Otra pausa.- Necesito que hagas algo, no tardes, yo estoy llegando.
-          ¿Ha llamado usted a Annie, señor? – Pregunto desde el asiento trasero.
-          No, he llamado a mi sobrino, alguien tiene que ayudarte a subir tantas escaleras, y yo ya estoy muy viejo. Espero que no te importe.
-          Cómo le va a importar. Muchas gracias, es usted muy amable.- Responde Ariela.

Inocente Ariela. Sí, muchas gracias...



Comisaría de Policía Nacional. Murcia, España.
-Háblame más sobre él… Enrique, ¿no?- Dice mientras sitúa sobre la mesa una foto de él.
- Sí.- Respondo mientras acaricio la imagen.
- Te acercaste a él creyendo que podrías obtener algún tipo de información…
- A ver, a ver. – Interrumpo.- Lo conocí por casualidad, ni siquiera sabía quién era. Cuando lo descubrí, me asusté. Pero luego decidí que si en realidad tenía algo que esconder, debía averiguarlo. 

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