Unos ejercicios de barra para
demostrar la técnica, así como otros tantos en el centro del escenario nos
permiten romper el hielo. Después, diagonales, giros, vueltas y saltos. Para
cuando hemos terminado dichos ejercicios, ya han excluido del grupo a cuatro de
las chicas, ninguna de ellas de las que conocíamos. A continuación, las ocho
restantes, en grupos de cuatro, improvisamos una coreografía mientras suena el
clásico “Cascanueces”. Deciden
eliminar a otras cinco, entre las que, desgraciadamente, se encuentran Marina y
Ariela. Finalmente, Angelica, María Isabella y yo bailamos al unísono la
coreografía que Laura ha estado enseñándonos durante la semana. Intento
averiguar la expresión de los jueces cuando hacemos algún sólo, pero son
demasiado inexpresivos durante el turno de las primas italianas. Finalmente,
noto como sus ojos se abren durante mi actuación. Cuando finalizo, Laura tiene
que contenerse el impulso de aplaudir, a lo que le respondo con una gran
sonrisa.
-
La chica del número once, dé un paso adelante, por
favor.- Dice uno de los ojeadores, a quien hago caso situándome un metro más
adelante que Angelica y María Isabella.- Indudablemente, su actuación ha sido
la mejor, pero mejor que nos lo confirme usted misma. Sitúese en la diagonal
derecha y venga hacia nosotros alternando giro con salto.
-
Sí, señor. – Contesto.
Mis dos rivales tienen que
hacerse a un lado para que pueda demostrar mi talento. Angelica me felicita
levantando el pulgar hacia arriba. Su prima esta vez es a mí a quien trata de
enfocar cerrando los ojos de ese modo. En todo caso, comienzo a hacer lo que me
han pedido. Mis pies apenas rozan el suelo, mis brazos se abren y cierran
formando un arco perfecto que deja lucir su musculación y formación después de
tantos años de trabajo. Ya llevo dos giros y un salto. Vuelvo a saltar para
aterrizar y enlazar el movimiento con el siguiente giro. Cuando doy la espalda
a la sala de butacas puedo ver cómo María Isabella da un paso adelante. Me da
tiempo incluso a pensar qué puede estar haciendo, aunque mis pensamientos no van
lo suficientemente rápidos como para averiguar que puede llegar a ser tan
malvada. En lo alto del siguiente salto unas manos se apoyan en mi pierna
izquierda, que ha quedado atrás, y la empujan haciéndome girar en el aire y
caer al suelo sobre mi pierna derecha, con demasiada fuerza, rapidez y peso
como para poder evitar una lesión. Caigo al suelo de inmediato y nada puede
callar el grito desgarrador que el dolor me produce. Ojeadores, profesores y
director saltan de sus asientos para venir a socorrerme. María Isabella aún no
ha parpadeado y tampoco ha retrocedido. Parece una estatua.
-
¿Pero qué haces? – Oigo tras de mí entre el murmullo de
las voces de todos aquellos que me observan. Ariela le grita a María Isabella y
la empuja con fuerza de los hombros una y otra vez.- ¿Estás loca? ¡Eres una
niñata egoísta! ¡Esta la vas a pagar!- Marina y Angelica van enseguida a detenerla.
Respecto a mí, no tiene muy
buena pinta. La rodilla cada vez se inflama más y a penas puedo levantarme o
siquiera moverme. Unas lágrimas enormes se apresuran a las mejillas, bajan
veloces a la barbilla y se lanzan al vacío. No tanto por el dolor, si no por la
conciencia de que he perdido la mayor oportunidad de mi vida. He tenido frente
a mí mi mayor sueño y cuando lo he conseguido tocar, ha huido veloz, sin darme
tiempo a alcanzarlo. El médico llega unos segundos
después de haber sido llamado.
-
Es una subluxación de rótula. Por la fuerza de la
caída, es posible que hayas dañado menisco y ligamento, así que te haremos unas
pruebas y estarás al menos un mes de baja. Comenzarás las sesiones de
fisioterapia en unos días, y no serán menos de tres horas al día. Por supuesto,
no puedes marcharte a Arabia.
Genial. No sólo tengo que perder
mi gran oportunidad, sino que tendré que ver a Enrique todos los días. Mientras
maldigo a mi traidora compañera internamente, alguien lo hace sin tapujos.
-
Eres la vergüenza de esta escuela. Estás aquí por la
amistad que me une a tus padres.- Don Salvador grita demasiado fuerte incluso
para la gravedad de la situación.- Pero no me dejas más opción que expulsarte,
al menos de momento.
-
¡Pero yo he sido finalista de la prueba! ¡Yo debería ir
a Arabia!
-
Señorita, usted no va a ir a ninguna parte. –
Interviene uno de los ojeadores.- El ballet es un arte y usted no forma parte
de él. Lo que ha hecho hoy es algo mezquino y ruin y no permitiremos que manche
el nombre de nuestro número. Si la academia está conforme, la otra finalista
vendrá con nosotros.
Don Salvador asiente con la
cabeza y busca la mirada de Angelica para encontrar su aprobación. Esta, que ni
siquiera repara en su prima, sonríe y da saltos de alegría al oír la noticia.
Me ayudan a incorporarme y me
inmovilizan la pierna. Allí mismo me inyectan algo para el dolor. Don Salvador
acerca su coche hasta la puerta para llevarme a casa, a pesar de mi insistencia
en mentirle diciendo que puedo marchar andando. Después de indicarle que Ariela
tiene que venir con nosotros, arranca su Mercedes GLK y se dispone a llevarnos
a casa.
-
Camden Town, ¿no es así?- Pregunta girando su rostro
hacia Ariela, que viaja de copiloto.
-
Sí, ¿Cómo lo sabe?- Responde Ariela sorprendida.
-
Bueno,- ríe- digamos que soy vuestro casero.
-
¿Cómo? ¿Annie es su esposa?
-
Así es. ¿Te resulta extraño?
-
No… bueno, un poco.- Dice Ariela también riendo.
Apenas tengo fuerza para hablar,
el calmante me está dando sueño y estoy demasiado triste y enfadada pensando en
lo ocurrido. Se hace el silencio en el coche. Casi me quedo dormida, pero la
voz de nuestro director me hace volver a la vigilia.
-
¿Dónde estás?- Parece que está hablando por teléfono
con alguien.- ¿Puedes acercarte a la casa de Camden?- Otra pausa.- Necesito que
hagas algo, no tardes, yo estoy llegando.
-
¿Ha llamado usted a Annie, señor? – Pregunto desde el
asiento trasero.
-
No, he llamado a mi sobrino, alguien tiene que ayudarte
a subir tantas escaleras, y yo ya estoy muy viejo. Espero que no te importe.
-
Cómo le va a importar. Muchas gracias, es usted muy
amable.- Responde Ariela.
Inocente Ariela. Sí, muchas
gracias...
Comisaría de
Policía Nacional. Murcia, España.
-Háblame más sobre él… Enrique, ¿no?- Dice mientras sitúa sobre la mesa
una foto de él.
- Sí.- Respondo mientras acaricio la imagen.
- Te acercaste a él creyendo que podrías obtener algún tipo de
información…
- A ver, a ver. – Interrumpo.- Lo conocí por casualidad, ni siquiera
sabía quién era. Cuando lo descubrí, me asusté. Pero luego decidí que si en
realidad tenía algo que esconder, debía averiguarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡¡Me encantaría saber tu opinión!! Deja tu comentario...