La conversación cambia de tema en unos segundos y entre
charlas, llegamos a casa. Cuando les estoy enseñando mi cuarto, los gritos de
Ariela me hacen salir hacia el salón a comprobar qué ocurre.
-
¡Alba! ¡Alba! ¡Ven rápido! ¡Mira!- Me dirijo rápida
hacia el salón y miro a Ariela para entender qué está pasando. Irene y Rocío me
siguen- Ella mira atentamente la televisión.
-
¿Qué pasa?- Pregunto.
-
La chica del otro día, ha desaparecido.
-
¿Qué?
Las cuatro miramos la televisión en silencio. Ariela se
sienta lentamente en uno de los sofás. Yo me apoyo en el respaldo con los
brazos y escucho con atención. En la pantalla aparece un señor implorando
ayuda. Supongo que será su padre. Entre las manos sujeta una foto de Paola. Un
número de teléfono se muestra en la parte de debajo de la pantalla donde deben
llamar aquellos que tengan una noticia de la chica. Esas somos nosotras. Sin
dudarlo un momento, saco de mi bolso mi teléfono móvil y marco el número de
teléfono que aparece en pantalla. Tras únicamente dos tonos, alguien responde
al otro lado.
-
¿Alo?- Es la voz de un hombre.
-
Hola, soy Alba Marín Gómez. Le llamo porque conozco a
Paola.
-
Soy su padre.- Parece muy nervioso.- ¿De qué la
conocés? ¿Quién sos vos?
-
La conocí el viernes por la noche, al salir de una
discoteca. La discoteca Scala, en Londres.
-
Bien, yo ya estoy en Londres, ¿te parece que quedemos
para que me lo cuentes todo?
-
Sí, claro. –Se hace una pausa. Oigo como el padre de
Paola le cuenta lo que hemos hablado a otro hombre. Me pide la dirección de
casa, y se la doy.
-
En una hora estamos allí, muchas gracias.
Irene y Rocío no dan crédito. Tengo que explicarles todo lo
que sé acerca de esto. Les relato cómo conocimos a Paola el viernes y cómo por
ello debemos colaborar con su búsqueda. Por supuesto, también les cuento que
iba a formar parte de la compañía de ballet, como nosotras. Parece que van
entendiéndolo todo, aunque es de suponer que me harán más preguntas. Irene se
lo toma mejor, a Rocío tengo que prepararle una tila. Siempre ha sido más
temperamental, más pasional y más influenciable.
En realidad transcurre algo menos de una hora hasta que
suena el timbre. Dos hombres suben por la escalera y entran a casa. Ariela les
ofrece algo para beber pero rechazan la proposición. Los dos hombres toman
asiento en un sofá. En el otro nos encontramos las cuatro juntas. Uno de ellos
saca una grabadora, la cual activa y deja sobre la mesa.
-
¿Os importa?
-
No.- Contesto.
-
Mi nombre es Ignacio García. Inspector de la policía en
Buenos Aires. Este es Matías, el padre de Paola. – Le señala con la mano. Todas
tratamos de evitar mirarle en exceso, pero saber que es el padre de una chica
que ha desaparecido nos lo pone bastante difícil. – Chicas -El inspector va
poniéndose cada vez más serio.- Tenéis que contarnos todo lo que sepáis.
-
Está bien. Sólo nosotras las conocemos.- Comienzo
diciendo.- Ellas han venido hoy sólo a visitarme. Yo soy la chica que le llamó
por teléfono.
-
Decíme todo lo que sepas. Cualquier cosa es importante.-
Noto que Matías se encuentra muy angustiado.
-
Bien, pues conocimos a Paola el viernes por la noche,
al salir de la discoteca Scala. Nosotras habíamos cogido un taxi y ella nos
pidió venir con nosotras para no tener que coger uno sola. Por lo visto, tenía
habitación reservada en algún hostal aquí, en Camden. El taxista nos dejó en
una de las calles del barrio, nos despedimos de ella, y nos fuimos. Sólo
podemos decirle en la calle que nos dejó y hacia qué dirección marchó Paola.
-
¿Recordás la matrícula o el número del taxi?
-
No, lo siento.- Ariela también niega con la cabeza.
-
¿Era de algún color especial, o llevaba algún motivo
publicitario que recuerden?,
-
No, era negro.
-
Está bien, toda información puede servirnos de ayuda.
Bajemos a la calle para tratar de atar algún cabo. – El inspector se pone en
pie. Seguidamente, lo hace también Matías.
-
¿Tienen alguna idea de lo que ha podido pasar?-
Pregunta Irene.
-
De momento no descartamos ninguna posibilidad.
-
Paola nos contó que la habían llamado para asistir el
lunes a la compañía México. – Continúo entablando conversación con Matías.
-
Sí, así es.
-
A nosotras también, y cuando vimos que no vino a clase
el lunes nos extrañó bastante, pero no imaginábamos, bueno…que le podría haber
pasado algo.
En realidad, sí lo imaginaba. Quizá debería contarle a
Matías, o aún más, al inspector, las hipótesis que tengo en mente. Pero es
arriesgado, realmente no hay pruebas. Claro que, puede que nunca las haya. Lo
que es seguro es que algo ha ocurrido, y que cada vez mis hipótesis están más
cerca de ser comprobadas.
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