sábado, 4 de agosto de 2012

Capítulo 8. Segunda Parte.


Esta vez encienden un enorme equipo de música que tienen tras ellos. Una base de hip-hop comienza a sonar. Se agrupan tras la tarima esperando que nos situemos sobre ella. Cojo a Ari de la mano y trato de hacerla bailar. Se niega y me indica con la mano que vaya yo. Me sitúo en el centro moviendo suavemente los hombros bajo la mirada de al menos quince personas y los ánimos de los chicos, que dicen “camon, camon baby” continuamente. Entre el público hay personas muy diferentes. Londinenses que salen a pasear, turistas que observan interesados la escena, y alguien a quien conocemos. Ariela saluda con la mano pero no logro reconocer a nadie. En fin, me decido, me muevo bruscamente con golpes de cabeza hacia los lados, golpes de pecho, arcos con los brazos, doy grandes pasos y deslizo mis pies por el suelo, me acaricio la cabeza apartándome el pelo hacia un lado. Doblo las rodillas hacia los lados, arqueo la espalda agachándome hacia delante para subir en varias veces de forma brusca. Sonrío, me siento bien. Bailar me hace flotar, me da la felicidad. Tras dar una vuelta veloz, caigo al suelo abierta de piernas. Después de hacer varios rebotes en el suelo, subo y con un salto acabo mi actuación con los brazos cruzados, y el pulgar de mi mano derecha sobre mis labios. Los chicos y los espectadores aplauden.
-          Eres una fiera, una máquina.- Me dicen.
-          Gracias.- Río mientras me aparto el cabello la cara.
-          Esperamos veros pronto por aquí.
-          ¡Vale!- Me despido subiendo mi pulgar hacia el cielo.
-          ¡Ey! ¡Has estado genial!
-          Gracias, lo tendrías que haber probado Ari. Es genial.
-          Sí, bueno, a lo mejor otro día.
-          Oye, ¿A quién saludabas?
-          A mí. – Una voz conocida suena detrás de mí. La fuerza del destino es sorprendente. Es Enrique.- Bailas muy bien.- dice mientras me quita un mechón de pelo que tengo sobre los labios.
-          Gracias.- Sonrío.- No sabía que estabas ahí. Si lo llego a saber, hubiese bailado mejor. –Le digo mientras le golpeo el hombro con suavidad.
-          ¿Por qué? ¿te doy confianza?- pregunta interesado.
-          No. Me hubiese crecido para impresionarte.
En la cara de Enrique se dibuja una sonrisa. Justo en el momento en que parece que va a decir algo decido interrumpirle dándole una de cal y una de arena. Mientras le sujeto la barbilla y sonrío, le digo en voz baja:
-          Aunque creo que ya te tengo bastante impresionado.- Mi tono no ha sido lo suficientemente bajo como para que Ariela no lo escuche, así que reacciona soltando una carcajada. Enrique la mira.
-          Tu amiga es auténtica. 1-0.- Dice señalándome con el dedo.- Aunque espero una revancha.
-          Es una fiera. – Contesta ella mientras me pasa la mano por el hombro.- Bueno, ¿Qué haces por aquí?
-          He venido a casa de Joss, vive por aquí cerca. Íbamos a salir a cenar. ¿Os apetece venir?
-          ¡Claro!-  Ariela responde sin darme tiempo a pensarlo.
-          Joder, vale, si lo dices con esa ilusión, habrá que ir.
-          Claro que tenéis que venir. Vamos a cenar cerca, Joss invita.
-          ¡Ah, bueno! ¡Entonces vamos! – Bromeo.
Enrique nos lleva a cenar al mismo restaurante donde cenó el día anterior con Joss. Allí esperamos a este. Cuando llega, se queda, cuanto menos, sorprendido.
-          ¡Ey! ¡Qué sorpresa! ¿qué hacéis vosotras aquí?
-          Enrique, que nos ha obligado a venir.- Contesto rápida.
Joss nos besa cálidamente en la mejilla a ambas y ocupa el lugar vacío junto a Enrique. Nosotras nos sentamos enfrente. Pasamos un rato agradable entre pizzas y cervezas lager, conversaciones y bromas.
El tiempo con Enrique pasa volando. Es como si alguien hubiese acelerado la pila de mi reloj. En el rato que estamos juntos, parece que quiero descubrir mucho más de él de lo que me cuenta. Es como si quisiera conocerlo al máximo. Como un tesoro que buscas ansiando descubrirlo, ese tesoro que hará inmensamente rico a quien lo posea. Enrique no deja de bromear y hacernos reír, intuyo que es cariñoso y una excelente persona. Además, es guapísimo. Ninguno de sus rasgos tiene nada extraordinario, pero en el conjunto, tiene algo que lo hace muy atractivo. Sus manos son suaves e hidratadas. Lo sé porque ya han rozado varias veces las mías al hablar.
Después damos un paseo por las calles de Convent Garden. Paseando llegamos a Piccadilly. Los carteles luminosos del edificio de enfrente me conquistan. Sanyo, Samsung y Mcdonalds se anuncian entre otros con luces de colores y flashes intermitentes. La oscuridad de la noche los hace aún más relucientes. Bajo los carteles, una tienda GAP. Desde la plaza observo la maravilla del cruce de diversas intersecciones que confluyen frente a mí. Si miro a la izquierda, una calle totalmente curva me invita a recorrerla. Enrique advierte mi rostro de alegría.
-          ¿Nunca habías estado aquí?
-          No. Es precioso.
-          Me alegro de que lo hayas descubierto conmigo.- Enrique rodea mi espalda con su brazo y apoya la mano en mi cintura.
-          Yo también.- digo mientras apoyo mi cabeza en su hombro.
Una escena perfecta sobre los escalones de la plaza de Piccadilly. Espontáneamente Enrique acaricia mi mejilla.  Giro mi cabeza para mirarle y nuestras caras se quedan cerca, muy cerca. Puedo sentir su respiración. Él, como resultado de una brillante educación, roza su nariz con la mía, y se vuelve para seguir acompañándome observando, maravillada, esa bonita parte de la ciudad. 

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