-
Tienes la nariz roja otra vez.
-
¡Imbécil!- le digo mientras me escabullo entre sus
brazos fingiendo un enfado.
-
¿Por qué te enfadas? La tienes roja, pareces un payaso.
-
¿Sí? Pues tú eres imbécil.
-
¿Que yo qué?
-
Que eres imbécil. – Enrique suelta una carcajada
mientras yo trato de mantenerme seria.
-
¿Y qué quieres que haga?- Pregunta mientras abre las
manos sonriente.
-
Nada, pero no te metas conmigo, si no, te seguiré
sacando defectos.
-
Tu nariz roja no es un defecto.- Dice mientras se
acerca.- Es directamente horrible. – Ahora se aleja rápidamente esquivando mi
puñetazo directo al hombro.
-
Será… ¡idiota!
-
¡1-1! Te la debía. Es broma… - Ríe mientras apoya su
brazo sobre mis hombros.
-
Es broma, es broma.- Digo haciendo muecas con la cara
para hacerle burla.
Después, se ofrece a llevarnos a casa. Esta vez tenemos que
aceptar así que vamos a por su coche.
-
¡Un mini!- Salgo corriendo hacia el coche.- ¡Me encantan!
-
Cuando quieras te lo dejo.
-
¡Vale!- Voy hacia el lado del conductor y le quito las
llaves de las manos. Enrique mueve la cabeza arrepintiéndose de lo que ha
dicho. – Eh, tranquilo, se conducir… Soy la reina del embrague.- Todos nos
echamos a reír.
-
¿Has conducido alguna vez por la izquierda?
-
Sí claro, de toda la vida. – Arranco y salgo mientras
Enrique apoya los codos en las rodillas, y la cabeza entre las manos.- Tú
dirígeme que yo me encargo de lo demás.
Recorremos el camino bromeando. Conduzco con cautela, sé
que Enrique está algo asustado. Ariela y Joss se besan en los asientos
traseros. Puedo verlos por el retrovisor.
-
¡Eh! ¿qué hacéis?- Grito mientras pellizco la pierna a
Ari.- ¿Os dejo en un hotel?
-
No, no hace falta, gracias.- De nuevo volvemos a reír.
Llegamos a la entrada a Camden, así que estaciono el coche.
-
Nos quedamos aquí, la casa está cerca.
-
¿Seguro que no queréis que os acompañemos?- Le dice
Joss a Ariela.
-
No, no te preocupes.- Se dan un beso.- Mañana hablamos.
-
Ok.
Bajo del coche y tras de mí sale Ariela. Enrique se cruza
en mi camino para pasar al sitio en el que yo he venido.
-
Conduzco bien, ¿eh?
-
Sí, me has dejado de piedra.
-
Sí, pero no sólo por esto… Por cierto, 2-1.- Digo
mientras chasqueo los dedos delante de su cara.
-
Buah… menuda flipada.- Esta vez soy yo la que suelta
una carcajada.
-
Oye… lo he pasado muy bien. Gracias por la cena.
-
De nada flipada.- Y con un gesto similar a quitarse el
sombrero, se introduce en su coche y se marcha.
Mientras volvemos a casa siento una punzada en el
corazón. Quizá miedo. Quizá un mal
presentimiento. Miedo a sufrir, miedo a amar, o mejor dicho, miedo a amar a la
persona equivocada. Y lo más peligroso es que con las intuiciones, muy pocas
veces me equivoco.
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