sábado, 4 de agosto de 2012

Capítulo 8. Primera Parte.


El día del sábado ha pasado rápido. Llegamos tarde a casa y hemos estado durmiendo hasta tarde. Hemos pasado toda la tarde en casa viendo películas en pijama. Entonces hemos decidido salir a dar una vuelta, y conocer algo más de Londres.
Ariela aún no ha recibido su ropa, así que vuelvo a prestarle algo de la mía. Elige unos vaqueros cortos y unas medias azul marino debajo. Combina sus botas altas marrones con un suéter del mismo color y un cinturón azul. El pelo, retirado hacia atrás con una diadema. Esta vez yo escojo unos vaqueros ajustados con algunos rotos. Debajo llevo unas medias rojas que se ven a través de los agujeros del pantalón, a conjunto de las zapatillas converse. Una camiseta blanca de manga corta, y encima, una camisa de cuadros desabrochada y una cazadora vaquera bastarán, hoy hace buen día.  
En el mapa, se señala como punto turístico Covent Garden, uno de los distritos con más encanto de Londres, según dice la guía. Según indica, puedes encontrar allí desde los londinenses más elegantes hasta los turistas más avispados, que acuden a los bares y restaurantes más chic y las tiendas más a la moda. La estación de metro en la que bajamos se sitúa al final de James Street, en la Piccadilly Line, una de las líneas más concurridas.
Cuando empezamos a recorrer sus calles nos parece estar en un mágico laberinto. Los colores, las boutiques y los espectáculos callejeros nos embriagan. Un hombre de unos cuarenta años realiza un espectáculo de magia en el centro de una de las plazas. Incluye comedia en su actuación y más de veinte personas lo rodean riendo y aplaudiendo sus trucos. Nos detenemos a observarle durante un par de minutos. Aplaudimos contentas cuando hace desaparecer un pañuelo entre sus manos y de repente lo saca del bolsillo de un niño del público. Seguimos caminando y encontramos a un señor sobre una de esas bicicletas gigantes bailando y agitando sus brazos sobre ella. Se encuentra a una gran altura, por lo que ha tenido que llegar hasta el sillín trepando por una escalera. Desde ahí arriba hace malabares con tres pelotas. Es magnífico. Más adelante, un grupo de personas tocan el violonchelo y varios violines. Llenan la plaza de una sensación dulce con su música clásica. A Ariela y a mí nos dan ganas de bailar. En la funda de uno de los violines hay varios peniques y alguna que otra libra. Añado una moneda más a su colecta. Escuchamos durante unos instantes la belleza de la melodía y seguimos caminando.
Londres tiene un encanto especial. Una magia que te enamora de la ciudad y te hace sentir mejor cuando paseas por rincones tan especiales como este. Mientras caminamos escuchamos un ritmo de rap. Unos metros más adelante un grupo de cinco chicos de color hacen beat box mientras otros bailan hip-hop y break sobre la tarima que han colocado en el suelo. Nos detenemos junto a ellos sin poder evitar mover nuestros cuerpos al ritmo que nos marcan. Una gorra en el suelo pide una recompensa por el espectáculo. Esta vez es Ariela la que les echa una libra en ella.  El chico que baila en ese momento se acerca a nosotras dedicándonos sus movimientos. Se desliza en el suelo sobre su espalda haciendo varios giros. Mueve sus pies con rapidez y hace varias piruetas. Son realmente buenos. Ariela y yo comenzamos a movernos más cuando acaban su número posando hacia nosotras. Todo el público que les observaba aplaude enloquecido.
-          ¡Eh! ¡Sois buenísimos! ¡me ha encantado! ¡Me habéis dejado con ganas de más!- Les digo entusiasmada mientras los saludo uno por uno chocando las manos y los hombros, al más puro estilo americano.
-          Gracias nena, no hemos hecho nada más que empezar, así que podéis quedaros un rato.
-          ¡Genial!
-          Oye – Dice uno de los chicos que estaba cantando- He visto cómo os movéis. ¿Queréis bailar un rato con nosotros?
-          ¿Qué?- Ariela ríe, como siempre.- ¿Estás loco? ¡No sabemos bailar así!
-          Yo creo que sí, vi a tu amiga el otro día en Scala.
-          ¿A mí?
-          A ti, nena.- Me dice con un aire vacilón.
Sin pedirnos opinión, el chico que nos habló primero se gira y comienza a gritar al público.
-          Damas y caballeros, hoy añadimos a nuestro espectáculo algo nuevo. Dos turistas han decidido bailar con nosotros.
-          ¿Qué?- Ariela enfurece.- No, no, no. No hemos dicho eso.
Otro de los chicos se me acerca.
-          ¿No irás a hacernos ese feo, no?
-          Claro que no. Dale caña “baby”.- Le contesto con el mismo tono al que están acostumbrados. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡¡Me encantaría saber tu opinión!! Deja tu comentario...