El día del sábado ha pasado rápido. Llegamos tarde a casa y
hemos estado durmiendo hasta tarde. Hemos pasado toda la tarde en casa viendo
películas en pijama. Entonces hemos decidido salir a dar una vuelta, y conocer
algo más de Londres.
Ariela aún no ha recibido su ropa, así que vuelvo a prestarle
algo de la mía. Elige unos vaqueros cortos y unas medias azul marino debajo.
Combina sus botas altas marrones con un suéter del mismo color y un cinturón
azul. El pelo, retirado hacia atrás con una diadema. Esta vez yo escojo unos
vaqueros ajustados con algunos rotos. Debajo llevo unas medias rojas que se ven
a través de los agujeros del pantalón, a conjunto de las zapatillas converse.
Una camiseta blanca de manga corta, y encima, una camisa de cuadros desabrochada
y una cazadora vaquera bastarán, hoy hace buen día.
En el mapa, se señala como punto turístico Covent Garden,
uno de los distritos con más encanto de Londres, según dice la guía. Según
indica, puedes encontrar allí desde los londinenses más elegantes hasta los
turistas más avispados, que acuden a los bares y restaurantes más chic y las
tiendas más a la moda. La estación de metro en la que bajamos se sitúa al final
de James Street, en la Piccadilly Line, una de las líneas más concurridas.
Cuando empezamos a recorrer sus calles nos parece estar en
un mágico laberinto. Los colores, las boutiques y los espectáculos callejeros
nos embriagan. Un hombre de unos cuarenta años realiza un espectáculo de magia
en el centro de una de las plazas. Incluye comedia en su actuación y más de
veinte personas lo rodean riendo y aplaudiendo sus trucos. Nos detenemos a
observarle durante un par de minutos. Aplaudimos contentas cuando hace
desaparecer un pañuelo entre sus manos y de repente lo saca del bolsillo de un
niño del público. Seguimos caminando y encontramos a un señor sobre una de esas
bicicletas gigantes bailando y agitando sus brazos sobre ella. Se encuentra a
una gran altura, por lo que ha tenido que llegar hasta el sillín trepando por
una escalera. Desde ahí arriba hace malabares con tres pelotas. Es magnífico. Más
adelante, un grupo de personas tocan el violonchelo y varios violines. Llenan
la plaza de una sensación dulce con su música clásica. A Ariela y a mí nos dan
ganas de bailar. En la funda de uno de los violines hay varios peniques y
alguna que otra libra. Añado una moneda más a su colecta. Escuchamos durante
unos instantes la belleza de la melodía y seguimos caminando.
Londres tiene un encanto especial. Una magia que te enamora
de la ciudad y te hace sentir mejor cuando paseas por rincones tan especiales
como este. Mientras caminamos escuchamos un ritmo de rap. Unos metros más
adelante un grupo de cinco chicos de color hacen beat box mientras otros bailan
hip-hop y break sobre la tarima que han colocado en el suelo. Nos detenemos
junto a ellos sin poder evitar mover nuestros cuerpos al ritmo que nos marcan.
Una gorra en el suelo pide una recompensa por el espectáculo. Esta vez es
Ariela la que les echa una libra en ella.
El chico que baila en ese momento se acerca a nosotras dedicándonos sus
movimientos. Se desliza en el suelo sobre su espalda haciendo varios giros.
Mueve sus pies con rapidez y hace varias piruetas. Son realmente buenos. Ariela
y yo comenzamos a movernos más cuando acaban su número posando hacia nosotras.
Todo el público que les observaba aplaude enloquecido.
-
¡Eh! ¡Sois buenísimos! ¡me ha encantado! ¡Me habéis
dejado con ganas de más!- Les digo entusiasmada mientras los saludo uno por uno
chocando las manos y los hombros, al más puro estilo americano.
-
Gracias nena, no hemos hecho nada más que empezar, así
que podéis quedaros un rato.
-
¡Genial!
-
Oye – Dice uno de los chicos que estaba cantando- He
visto cómo os movéis. ¿Queréis bailar un rato con nosotros?
-
¿Qué?- Ariela ríe, como siempre.- ¿Estás loco? ¡No
sabemos bailar así!
-
Yo creo que sí, vi a tu amiga el otro día en Scala.
-
¿A mí?
-
A ti, nena.- Me dice con un aire vacilón.
Sin pedirnos opinión, el chico que nos habló primero se
gira y comienza a gritar al público.
-
Damas y caballeros, hoy añadimos a nuestro espectáculo algo
nuevo. Dos turistas han decidido bailar con nosotros.
-
¿Qué?- Ariela enfurece.- No, no, no. No hemos dicho
eso.
Otro de los chicos se me acerca.
-
¿No irás a hacernos ese feo, no?
-
Claro que no. Dale caña “baby”.- Le contesto con el
mismo tono al que están acostumbrados.
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