jueves, 26 de julio de 2012

Capítulo 6. Primera Parte.


Ariela y yo salimos a dar una vuelta. No sabemos muy bien dónde ir, por lo que decidimos simplemente dar un paseo por Notting Hill. En prácticamente todas las tiendas que encontramos hay carteles indicando la dirección al mercadillo de Portobello, así que decidimos seguir las indicaciones. Mejor dicho, no es un mercadillo, sino un enorme mercado. El mercado de Portobello es posiblemente uno de los mayores mercados de anticuario del mundo. En su origen, Portobello Road fue un mercado de fruta hasta 1960, año en el que empezaron a instalarse los anticuarios que hoy llenan la calle. El mercado es maravilloso. Tanto, que inspiró a Cat Stevens en una de sus canciones, y es escenario de películas como "Bedknobs and Broomsticks", rodada en 1971, y “Notting Hill”. De hecho, el personaje interpretado por Hugh Grant trabaja en una tienda conocida en el mercadillo como Notting Hill bookshop.
Hoy no llevamos dinero encima, por lo que nos limitamos a mirar y disfrutar de la escena. Por las calles de Portobello Road puedes encontrar cualquier cosa. Puestos de venta de CDs o discos de vinilo, tiendas de ropa, zapatos y complementos, muebles de estilo antiguo, prendas de cuero, productos ecológicos y un sinfín de productos variados. Además, hay puestos de comida, uno de los cuales capta mi atención. Una pizarra muestra en grande la palabra “SPANISH”. Debajo, anuncia churros con chocolate por tres libras y media. No puedo evitar reírme así que el señor que está preparándolos me ofrece probar uno. Sin dudarlo, cojo el churro que sostiene con su mano.

Unos metros más adelante veo a una señora que me resulta familiar. Arrastra su carrito de la compra por la calle. Es Annie.
-          ¡Annie! ¿Qué tal?
-          Hola, querida. ¿Qué tal?
-          Muy bien, estábamos dando una vuelta. Esta es Ariela, va a vivir también en su casa.
-          En ese caso me alegro de conocerte. Supongo que Alba ya te habrá puesto al corriente de todo.- Annie sonríe dulcemente.
-          Sí, gracias Señora- Ari le devuelve la sonrisa.
-          ¿Cómo estás en el piso?- Se dirige a mí.- Espero que estés cómoda.
-          Sí, estoy genial, es comodísimo. Bueno, he decorado la habitación, espero que no le importe.
-          No- Annie ríe.- Cómo iba a importarme.
-          Bueno, Annie, ¿quiere que la ayudemos a llevar la compra? Podemos acercársela a casa.
-          Gracias, pero no es necesario.  No quiero entreteneros.
-          Pero si no nos cuesta nada, venga, la acompañamos.
-          Está bien. Pero entonces tendréis que quedaros a tomar algo. Es lo mínimo que puedo hacer. Y no me trates de usted. Me hace sentir como una anciana.  
-          De acuerdo.- Ambas sonreímos.

Seguimos nuestro camino disfrutando de cada parte que íbamos conociendo de Londres.  Annie nos cuenta algunas cosas del mercadillo, de Londres, de su vida… Es una mujer adorable. Sus pequeños ojos azules transmiten ternura. Y ella es toda paz y amor. Cuando llegamos a su casa, prácticamente nos obliga a entrar. O mejor dicho, ella se ve obligada a devolvernos el favor invitándonos a ello. Cortesía inglesa.
Una vez dentro, Annie nos ofrece diversos refrescos. Yo acabo tomando una pepsi y Ariela un nestea. Ella, toma un vaso con agua. Nos habla con cariño y dulzura. Incluso nos invita a quedarnos a comer. Pero sabemos que no debemos abusar de la confianza, y nos marchamos tras algo menos de una hora. 

-          ¿Y dónde vais a comer?
-          En casa, claro.
-          ¿Puedo preguntar qué comeréis?
-          Eh, sí, claro. Pero aún no lo sabemos.
-          Tengo preparada comida, y siempre hago de sobra. Si no queréis quedaros, llevaos un poquito a casa.
-          De verdad, Annie, no es necesario.
-          Ya sé que no es necesario.- Y se dirige a la cocina sin dar opción a negarle la propuesta. Sale con una bandejita en la mano cubierta por un paño. Dentro guarda un pastel de pollo y champiñones. - Quizá cuando lleguéis no esté caliente, pero también puede tomarse frío.- Nos comenta Annie mientras entrega a Ariela la bandeja.
-          Gracias señora.
-          Annie, Annie. Ariela, llámame Annie.
-          Sí, lo siento- Ariela sonríe.- Gracias Annie.

Las dos salimos de casa de Annie para volver a casa. Apenas llegamos a la calle, mi móvil vibra en el bolsillo del pantalón. Son ellas.
-          ¡Bailarina!
-          Hola Irene.
-          ¡Enhorabuena!
-          Gracias
-          Sabíamos que lo conseguirías…- como siempre, tienen el manos libres y Rocío también habla.- …pero casi preferiría que no te hubiesen cogido.
-          Joder, mira que eres plasta, habíamos quedado en apoyarla ¿no?- Irene y Rocío casi nunca están de acuerdo.
-          Vamos a ver, ¿qué pasa?- Pregunto intrigada.
-          No sé, me alegro por ti ¿vale? Pero me da miedo que estés tan lejos tu sola. Preferiría que siguieras aquí con nosotras.
-          Lo sé, yo también os echo de menos, pero es mi gran oportunidad. Y no estoy sola. Ya tengo una amiga. Vive conmigo.
-          Lo sabemos, por eso te apoyamos y estamos contigo.- Sé que Irene obliga a Rocío a que asienta.
-          Claro.- responde esta- Y por eso, ¡Ya tenemos billete! El martes iremos a verte.
-          ¿En serio?
-          Sí, por eso y porque no queremos que nadie nos sustituya.- Rocío se hace la graciosa.
-          Que imbécil, nadie podría sustituiros.
-          Ya lo sabía, es más, estoy segura de ello. No hay nadie como nosotras.  
-          Escuchadme, voy a entrar al metro, seguro que se corta. Estoy deseando que llegue el martes. Os necesito ya.
-          Y nosotras a ti. Un beso.
-          Un beso. Adiós.

Ariela y yo bajamos las escaleras de entrada al metro.
-          ¡Mis amigas vienen esta semana!
-          ¡Qué bien! Estoy deseando conocerlas, se nota que estáis muy unidas.
-          Sí, muchísimo.
-          Espero llevarme bien con ellas.
-          Seguro que sí. Ellas se llevan bien con todo el mundo. Además, seguro que les encantas.  
-          Eso espero.-  Ariela sonríe tímidamente. Realmente quiere caerles bien.

Es casi la una, así que gracias a la hora y al olor del pastel de pollo, empezamos a tener hambre. Llegamos a casa y nos disponemos a comer en la pequeña mesita que separa los sofás de la televisión. Hemos colocado dos manteles individuales de color  verde pistacho sobre la mesa. Gracias al material plástico, no resbalan y hacen más cómo comer tumbada en el sofá, alargando la mano para coger algo de pastel cuando es necesario. Además, he preparado un plato de frutos secos. Mientras comemos, miramos un rato la tele, pero no encontramos nada interesante, así que comenzamos a hablar.
-          Esta noche podríamos salir a dar una vuelta. Es viernes, y debe haber ambiente, y he oído que las discotecas de Londres son espectaculares.
-          Por mí bien.-  Ari se pone un poco seria.- Aunque no tengo nada que ponerme, pensaba ir a dar una vuelta en un plan más tranquilo. Aún no tengo aquí la ropa para arreglarme.
-          Menudo problema…- Le contesto en tono irónico.-  ¡yo me he traído de todo! Ven, a ver qué te queda mejor.
introducimos en él móviles, pintalabios y llaves de casa, así como el dinero de ambas. Nos ponemos los respectivos zapatos de tacón y salimos a la calle pisando fuerte y con ganas de comernos el mundo.
Ariela busca en el armario. Saca varias prendas y se las pone sobre sí misma para mirarse en el espejo. Pasamos un buen rato viendo como se pone y se quita mis camisetas. Reímos con las que le quedan grandes o feas, y de vez en cuando aplaudo si algo le favorece. Finalmente, uno de mis tops le queda fantástico.
-          Eh, a ver qué pasa, al final te va a quedar mejor que a mí mi propia ropa. Vas preciosa.
-          Claro, ¿no te habías dado cuenta de mi tipazo?- Ari se toca las caderas y se mueve sensualmente. Después se ríe y pierde toda sensualidad echando su cabeza hacia atrás.  – Bueno, ¿qué? ¿Puedo ponérmela?
-          ¡Pues claro! Venga, pasa a la cama, ahora me toca a mí.
Ariela ha escogido un body tipo corsé color marrón con un estampado en flores. Sobre él, ha decidido ponerse una chaqueta de hilo color beige, y por supuesto, sobre todo ello, un buen abrigo.
-          Voy a llevarlo a mi cuarto, así lo preparo para cuando vayamos a vestirnos.
-          Ok.
En unos segundos ya está aquí de vuelta, la oigo corretear por el pasillo, y para cuando levanto la cabeza, pasa a gran velocidad por la habitación hasta caer de un salto sobre la cama. Yo también me pruebo diferentes cosas, incluso vestidos. Una camiseta morada con toda la espalda al aire, una negra ceñida con gran escote, camisas diversas, un vestido con estampado de flores, una falda rosa…
Volvemos a pasar un rato agradable entre risas, quejas por las partes de nuestro cuerpo que no nos gustan y halagos de la una a la otra en las partes que nos envidiamos. Ariela tiene poco pecho. Lleva sujetadores que le hagan aparentar más. Es la parte de su cuerpo que menos le gusta. Yo suelo quejarme por la barriga. Ya puede decirse que somos amigas. Mientras hablamos acerca de todo y de nada, doy con el conjunto estrella. Un par de vaqueros rasgados y una camiseta dorada de mangas anchas y muy caída de un hombro. Como complementos, unos zapatos abotinados color arena, un gran collar con un medallón dorado y unos grandes pendientes dorados en forma de aro. En contra del frío, una cazadora marrón color camel de piel. Cuando lo tenemos todo elegido, pasamos al baño. Las dos nos duchamos rápidas. La lentitud viene después.
Nos hidratamos la piel con crema mientras dejamos en nuestro cabello las mascarillas correspondientes. Después, volvemos a enjuagarlo. En ropa interior nos cruzamos una y otra vez en este pequeño cuarto de aseo. Ariela empapa su pelo en espuma moldeadora y con el difusor lo seca con la cabeza hacia abajo. Mientras, yo trato de secar el mío frotando la toalla contra él. Me dirijo a mi habitación para vestirme, pero paso antes por el comedor para dar un toque de ambiente a la situación. Introduzco en la mini cadena uno de los CDs de Rihanna. De nuevo, antes de ir a la habitación voy de camino al baño bailando por el pasillo al ritmo de “Man Down”.  Cuando asomo por la puerta, Ariela está echándose laca y mueve las caderas al ritmo.
Las dos nos maquillamos, cada una a su estilo y con el color que mejor combine. Ariela se maquilla los ojos azules. Yo, en marrón y dorado. Algo de colorete, gloss, y estamos listas. A Ari se le ha quedado el pelo perfecto. Sus rizos han dejado de ser rebeldes gracias a la espuma y la laca y se lo ha ladeado colocando una flor en su lado izquierdo. Ahora sí que estamos preparadas. Cojo un bolso cruzado con estampado de leopardo e introducimos en él móviles, pintalabios y llaves de casa, así como el dinero de ambas. Nos ponemos los respectivos zapatos de tacón y salimos a la calle pisando fuerte y con ganas de comernos el mundo.



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